Quiero ser John Mclane (Lost in Barcelona)

1 de julio de 2008


Lo tengo decidido, voy a ser John McClane, y para eso me voy a poner esta tarde la coleccion entera de "La jungla de cristal", una trilogia que todo hombre debe ver como minimo una vez en la vida. Es una inyeccion de masculinidad, un estilo a seguir y una forma de vida que pienso adoptar como mia.

Quiero ser John McClane. De esta manera la proxima vez que alguien se ponga a pitarme en medio de Barcelona porque el semaforo hace 0,0001 milesimas de segundo que se ha puesto verde, y claro esta, en ese tiempo mi retina no ha tenido tiempo de asimilar el cambio de color, enviar una señal a mi cerebro, este procesa la señal sinaptica y envia una orden a mis extremidades superiores e inferiores que hacen que ponga en marcha mi furgoneta. Por eso quiero ser John McClane, porque él se bajaria y diria:"Si vuelves a pitar te mato... Hijo de puta"Y nadie volveria a pitar.Y si alguien pita.... Lo mato.

Quiero ser John McClane. Por que de esa manera no me tiraria 2 putas horas buscando una calle, porque en el puto callejero de la guia campsa esta mal puesta. John McClaine simplemente se sentaria en la acera y esperaria que la calle fuera hasta él. Aunque tuviera que remodelar media Barcelona y poner la sagrada familia en la punta del Tibidabo. Porque John no busca, John demanda...Y si la calle no viene... La mato.

Quiero ser John McClane porque asi la proxima vez que una mujer me intente romper el alma en dos, podre dar una respuesta acorde, si a John una mujer le dice que le deja porque ya no era lo mismo y se sentia sola, John contesta:"Si te sientes sola comprate un perro"Y no me sentire yo como un perro, y no sera ella la que me deje. Aunque hasta John ha tenido problemas con las mujeres porque la muy HIJADEPUTA siempre le esta dejando, y eso que le ha salvado la vida 3 veces... Que coño habrá que hacer para conquistar a una mujer...

Quiero ser John McClane para que si me tiran una olla de aceite hirviendo por la espalda, mi unica reaccion sea entrecerrar un poco los ojos y clavar mi mirada en el cabron que lo haya hecho, y no ser como soy que hoy haciendome la comida me ha salpicado aceite y me he puesto a cagarme en Dios, la virgen y todos los santos conocidos y algunos por canonizar. En fin...


Publicado por Bufff (http://www.palondon.blogspot.com/) el 20/2/2006.
Por supuesto, sin su consentimiento expreso.

Raistlin
Si Mahoma no va a la montaña, la montaña irá a Mahoma

Neanderthal 2015

23 de junio de 2008


Autobiografíco

Recuerdo aquellos buenos tiempos en que el cortejar a una chica era lo más emocionante que te podía llegar a pasar... ¡qué nervios, joder!

También es verdad que de los tiempos a los que me refiero fueron como si toda la sociedad estuviera verde, con una falta de maldad, a la par que inocente...
.

Llevabas meses diciéndole a tus amigos más cercanos como te gustaba esa chica, lo mucho que la querías, lo emocionado que te sentías a su lado, y muchas veces ni siquiera te había mirado. Menos mal. Si te llega a mirar, no te hubieras corrido en los pantalones porque entonces era pecado y te salían pelos en las manos, aunque no te la estuvieras meneando, como decía el cura de mi pueblo, pero el sentimiento de estar tocando el nirvana no te lo quitaba nadie.... hacía falta mucho tiempo para armarte de valor, para tratar siquiera de dedicarle la primera palabra, y cuando lo hacías, y te ponías el mundo por montera y te lanzabas, te plantabas delante de ella con una cara de POR FAVOR NO ME MATES que echaba para atrás a cualquiera en su sano juicio.

En ese momento podían pasar dos cosas: una, que la mozaca en cuestión saliera corriendo al ver tu cara pensando que eras un depravado sexual, o dos, que ya le hubiera pasado antes y comprendiera esa cara, y decidiera darte una oportunidad....

Ese preciso instante, en el que ella decía SI, era como si el coro celestial de angelotes de Murillo en pleno se pusieran a tocar sus arpas y sus trompetas al unísono, mientras hacían chocar sus huevecillos, el uno contra el otro, en una especie danza mágica y letárgica, que hacía que todo tu mundo alrededor se tiñera de colores inverosímiles y te taponara los oídos, y no vieras ni oyeras nada más que su voz..... Era tremendo, qué nervios se pasaban....

También es verdad que este último párrafo está dedicado a todos aquellos simples que, como yo, tuvieron que pasar por ese calvario unas cuantas veces, ya que los había guapos de cara, aunque tontos de cabeza y cortos de polla, que se las llevaban a todas de calle por su jeta, pero esos son casos aislados que no vienen a cuento en esta redacción.

Cuando lograbas ese SI ansiado, la cosa ya era diferente.... sabías el camino hasta llegar ahí, pero a partir de ese momento no sabías ni qué tenías que hacer... lo normal era ir a pasear, y a las primeras de cambio (que según el corte o la timidez de la persona solían ser las últimas) te atrevías a coger la mano a la zagala... otro clásico era invitarla al cine, pagarle la coca-cola, las palomitas, y tratar de pasarle el brazo por los hombros.

Nada de mirarle las tetas, nada de tocarle el culo, nada de rozar la punta de tu pene por su nalga... eran cosas que ni siquiera se pensaban porque COÑO, QUE GUAPA Y BUENA ES MI NOVIA....

Así llegaban las bodas con la novia del instituto, así llegaban los hijos cuando aún no llevaban ni 1 año de casados, y así llegaban los divorcios cuando aún no se habían cumplido los tres años de matrimonio....

Toda esta perversión azucarada solamente hizo que las cosas se desencadenaran con rapidez... la sociedad reflexionó sobre todo el asunto de las relaciones amorosas, se buscaron fórmulas, se trataron remedios sin éxito... pero la cosa fue a peor... la sociedad de ese tiempo, sentimentalmente hablando, tendía hacia el fracaso más absoluto.

La solución, sin quererlo, llegó de la mano de quien menos se esperaba: los hijos de los matrimonios que acabaron en fracaso.

Como decíamos, el problema del azúcar en las relaciones afectuosas desencadenó una tormenta de matrimonios rotos con hijos, a los que llamaremos LOS DESHEREDADOS.

Estos desheredados se criaron en un ambiente ambiguo, ya que por un lado tenían a su madre con su abuela materna, que les daban mucho amor y ternura, y por el otro tenían a su padre, que reclamaba su donación de cariño solamente un fin de semana cada quince días, y que vivía con su querida, que por cierto, siempre solía estar más buena que el pan con nocilla, a la vez que tenía una hija de la misma edad que el pobre zagal.

El ambiente natural en que se movían LOS DESHEREDADOS era el de la madre. Con ella convivían, con ella se alimentaban y con ella se sentían totalmente cómodos. En ese ambiente iban al colegio, en ese ambiente tenían a sus amigos, y en ese ambiente conocían a las primeras chicas.

El ambiente paterno era artificial. Normalmente, el padre se había ido de casa hacía ya un tiempo cuando se acordaba de que el juez le había dado la oportunidad de un fin de semana de cada doz, por lo que el vínculo afectivo por parte del hijo ya no era el normal, como puede ocurrir en un ambiente familiar normal. Al padre no le importaba una mierda el tener un hijo o no, pero cada quince días se le encendía la bomba de hormonas de “soy el mejor padre del mundo” y bebía los vientos por tener a su hijo cerca. El hijo ya no sentía lo mismo por su padre. Es más, sabía que era su padre porque su madre así se lo decía, pero el no tenía ningún tipo de sentimiento afectivo hacia ese señor. Pero iba. Iba a casa de su padre un fin de semana cada quince días.

La explosión del saber sentimental de nuestra sociedad tuvo su punto de inflexión con la llegada a la pubertad de esa super-raza de DESHEREDADOS.... comenzaron a pensar como lo haría un adulto, comenzaron a sentir la llamada de las hormonas, y comenzaron a cambiar las cosas a su alrededor para su propio provecho.

Las chicas y el deporte comenzaron a ser los temas principales para esos DESHEREDADOS, dejando un lado a la madre, a la que relacionaban con esa etapa de sus vidas más ñoña y frágil, pero con el padre era otro cantar... Su padre tenía una querida que estaba como un tren, su padre tenía dinero, y su padre veía que con la pubertad el niño se le escapaba de las manos.

Comenzaron a salir a la luz los primeros problemas conyugales con la madre cuando nuestro DESHEREDADO#1 de ejemplo se quiso comprar una moto. Su madre, le dijo que no, que era muy peligroso, además de que ella no podía costearse ese gasto.

Inaceptable.

Solución: pedírsela al padre: el fin de semana siguiente ya tenía la moto.

Comprenderéis que la madre pilló con el padre y con el hijo un rebote de mil pares... pero él ya había conseguido su objetivo número uno. Como agradecimiento, ya no iba a casa de su padre una vez cada quince días, ya iba todos los fines de semana, y el padre super contento..... así también podía dedicarse a observar a la querida de su padre en la piscina tomando el sol, la cabrona estaba muy buena, cosa que le hacía estar cada quince minutos en el lavabo meneándosela. Solamente pensaba en cascársela, solamente pensaba en las corridas que su padre se pegaba a costa de tan maciza tiarrona... solamente... joder!!

- DESHEREDADO#1, que te has dejado la puerta abierta del lavabo y... ¡¿qué estás haciendo?!
- Mira, que estaba intentando cascármela y me has pillado....

- ¿Tan jovencito y ya estás con estas cosas? ¿Lo sabe tu padre?

- Mi padre no sabe nada, claro está, y tampoco me interesa porque para que se me pusiera dura estaba pensando en ti y no quiero que lo sepa.

- Pero qué cosas dices, si podría ser tu madre...

- Pero no lo eres, y el caso es que estás más buena que el pan y haces que cada quince minutos me tenga que venir al lavabo a meneármela....

- Me halagas, DESHEREDADO#1... bueno, el caso es que tu padre aún tardará un rato en venir..... se me ocurre una idea.... te voy a enseñar como te las tienes que hacer para que no te hagas daño y disfrutes más......

Objetivo nº 2 conseguido..... y es que el truco de la puerta siempre funciona.

Como comprenderéis el volver a casa se hacía pesado.... otra vez el ver a su madre, esa que le trataba como si aún fuera un crío pequeño, cuando la querida de su padre le había echo una paja como dios manda, se había corrido en su cara, y le había limpiado el glande con la boca para que no se manchara los calzoncillos....el ver a su madre ya no le ofrecía ninguna alegría. Lo realmente divertido era el llegar al instituto y contárselo a sus amigos... y el dejar correr la voz para que las tías se enteraran... y supieran que pasaba de esas crías, que le ponían las maduras... eso hacía que se les mojaran las bragas pensando en él.

Ya estaba en esos momentos en que, por agradecer a su padre la moto, y por agradecer a la querida de su madre la paja, iba dos veces por semana a ver a su querido papi... claro, de vez en cuando, a la querida de su padre, cuando le picaba el coño, si no estaba el padre, tiraba del hijo.... como para no ir... el caso es que la hija de la querida de su padre también estaba requetebuena, y como buena DESHEREDADA#2 era más puta que las gallinas que fue uno de los efectos secundarios que provocó la falta del cariño paternal en los desheredados del sexo femenino.... tal que tal que, a cada vez que podía, y después de que, por casualidad, había visto a su madre follarse al DESHEREDADO#1 en la cama donde muchas veces su madre dejaba penetrarse por su novio mientras ella los espiaba y se acariciaba el clítoris con sus suaves y delicados deditos, hacía lo que fuera por encontrarse con él y decirle que si le comía el coño, ella encantada le chupaba la polla.... como comprenderéis, eso acababa todas las veces en folladura total....

Llegados a este punto, muchos de los objetivos a corto plazo de nuestros DESHEREDADOS de ejemplo se habían cumplido, pero para el DESHEREDADO #1 la cosa se estaba empezando a complicar, ya que entre una mujer y otra, y tratando de escondérselo a su padre, acababa cansadísimo y destrozado de los nervios.... Claro está el padre se percató de ese cambio súbito de actitud del hijo, ya que no iba un día si y un día no como antes, ahora ya solo pasaba una vez a la semana y qué, coincidencia, nunca estaba el padre en casa.... por lo que hacía tiempo que no se veían los dos. Solución del padre: dinero. La cosa con el dinero siempre empieza igual.... “si apruebas este curso te regalo esto”, “si vienes más por aquí te compro lo otro”, así que para nuestro chaval de la historia fue fácil comenzar a sacar dinero a su padre para pagarse las juergas con sus amigos.... alcohol, drogas y fiesta loca fueron llenando los vacíos que el alejamiento con su madre, la falta de cariño hacia el padre, y el vaciado de leche entre querida del padre y su hija le hacían.

Ahora ya tiene todo lo que quiere, por lo que para qué andar con rodeos. Si lo quiero lo tengo.

(en la discoteca)
-“Hola, tienes un culo que haces que se me ponga dura solo de imaginarme como te follo”.

Respuesta A
-“Joder, que atrevido, me molan los atrevidos.....” A follar, ya que la chica es una DESHEREDADA que buscaba ese objetivo.

Respuesta B
-“¡Eres un cerdo!”

La respuesta B siempre genera una contraofensiva:
-“¡y tú eres una hija de la gran puta retraída y frígida!” le dice mientras le agarra la mano y a la fuerza la obliga a tocarle la polla endurecida “¿no te gusta mi polla, zorra, no te gusta mi polla?


Ahora las amigas la chupan, como si tu polla fuera el caramelo con el que la humanidad se salvará del hambre. Como buenas hijas de una madre fulana que robó el marido a una mujer que siguió creyendo en los cuentos de hadas hasta que le explotó la verdad en la cara, saben donde apretar con la lengua y en qué momento hacerlo para hacerle disfrutar.


No tiene novia, ¿para qué? Tiene todo lo que quiere. Dinero, cobijo, amigos, sexo...

Nunca podrá querer a nadie, pero lo disimula bien para conseguir sus objetivos.

No cuentan los sentimientos de la gente. Ese es el futuro de la humanidad.

La solución a todo el embrollo sentimental surgido en tiempos anteriores pasó por el exterminio de los sentimientos afectivos. De una manera cruda. La interacción con el sexo opuesto pasó a ser una mera formalidad para llevarse a la persona elegida a cualquier punto donde se pudiera follar sin ser molestado, donde no hubiera que luchar con otro espécimen por el ansiado objetivo de derramar esas gotitas de felicidad.

Se dio un paso atrás para tratar de avanzar genéticamente.


La vuelta a lo Neanderthal es el futuro.
Raistlin
Ministro de sentimentalismos de la Cancillería

A por ellos

14 de junio de 2008

"El Kaiser lidera la revuelta por la subida de carburantes" Agencia EFE (2008)

Después de ver como se estaban poniendo las cosas, decidimos que era el momento de dejar de arengar a las masas vía internet y pasar a la acción directa. Tuvimos cumbre en la Cancillería donde, y por unanimidad, decidimos que era el momento de liderar a la plebe y tratar de encauzar una situación que, de todas todas, se estaba volviendo insostenible. A la sociedad dominante no le basta con decirnos que dejemos de fumar, cabrones. NO........ ahora suben el precio del pan, de la leche, de los huevos, del petróleo y de la madre que los parió.... era el momento justo de decirles a la cara ¡HIJOS DE PUTA!, y quién mejor para ello que nuestro bienamado Kaiser para liderar este movimiento antifascista, anticapitalista y antitodo.... No se si con la primera huelga de transporte que hemos promovido desde la Cancillería habremos conseguido muchas cosas, puede ser que el resultado no haya sido definitivo... pero lo que nos hemos divertido no nos lo quita nadie. En la foto podéis observar cómo nuestro Kaiser lidera los piquetes enfervorecidos en La Jonquera (frontera con Francia), aunque con la presión que te provoca la adrenalina que surge del fragor de la batalla y el rugir de las masas, tuvimos que convencerle que echar a andar hacia el país vecino e invadirlo para convertirlo al españolismo no era buena idea... si ya lo dijo el General Galindo delante del juez... "permítame decirle, su señoría, que con 4 de mis mejores hombres hubiéramos conquistado Latinoamérica sin problemas..." Al fondo de la foto, en el centro y liderando la multitud, se puede ver perfectamente a todos los miembros de la Cancillería, entre los más destacados, Gaio Mente, Canciller Imperator y el que suscribe desde el mismo campo de batalla......

¡¡¡¡¡¡a mi el puebloooooo!!!!!!! FRANCIA ESPAÑOOOOOOOOOOOOOOOOL !!!!!!!!!!!

Si es que al final el cabronazo del Kaiser siempre se sale con la suya....

Tiene un vínculo divino, el hijoputa.

Saludos,

Raistlin

Perdonad que no escriba más, pero entre la batalla y tal.......


La Culpa

14 de abril de 2008


Nada hacía sospechar por aquel entonces que el curso de mi vida se daría de bruces con una realidad cruel e imprevisible. De pequeño solía pensar que en el futuro todo me vendría rodado, como las piedras siguen el curso de un río. Oír hablar a los mayores de preocupaciones, soportar sus inesperados cambios de humor y hacer guardia en sus desvelos, como el vigía en la garita, formaba parte de un ritual cotidiano y repetitivo hasta la náusea que deploraba enormemente pero al que dedicaba todos mis esfuerzos con el fervor de un creyente cuando las cosas les vienen mal dadas. Si soportar aquella situación parecía insufrible, no menos doloroso resultaba intentar comprenderla. Recuerdo que una de esas frías noches, en las que ya intuía que algo malo me debía suceder, me desveló el ruido producido por el roce de unas viejas persianas de madera contra el cristal de la ventana; era un tac-tac tac-tac continuo y molesto cuya cadencia resultaba, si cabe, mucho más incómoda a mis oídos. Me levanté de la cama y me dirigí al balcón, por llamarlo de alguna manera, dónde mi madre tendía la ropa de noche aprovechando el favor del viento y se despertaba muy temprano a recogerla antes de que el relente la humedeciera de nuevo y diera al traste con sus buenas intenciones. Cuando esto sucedía inevitablemente, mi padre solía decirle que tendiera al mediodía para aprovechar el calor del sol que a su juicio era mucho más efectivo que el viento frío de la noche en determinadas épocas del año. Esto producía una estúpida discusión a la que nunca acabé de acostumbrarme y me reafirmaba en mi convicción de que los mayores eran simplemente unos idotas que hacían de la convivencia una montaña rusa llena de altibajos y sinsabores innecesarios.

Cuál fue mi sorpresa al comprobar que la persiana estaba completamente amarrada a la barandilla con una cuerda de tela que mi padre dispuso en previsión de que el fuerte viento provocara un estropicio. Si no es la persiana, qué será, pensé. Miré a izquierda y derecha pero no lograba adivinar qué podía estar provocando el ruido, por lo que decidí agudizar mi sentido del oído y dejarme guiar hasta llegar al origen de aquél. Aunque luego sabrán porque digo esto, les voy a contar que mi tío Tomás, el hermano de mi padre, era un hombre amable, simpático y muy generoso, que nos recompensaba con abundantes golosinas cada vez que hacíamos algo que él consideraba ingenioso o simplemente gracioso; no obstante, además de estas virtudes tenía algún que otro defecto como el de ser muy mal hablado delante de niños y mayores, resultando que en una conversación de dos minutos, uno como mínimo lo dedicaba a soltar insultos y palabrotas sin ton ni son a pesar de los intentos en vano de mis padres de afearle esa conducta. A resultas de escuchar a mi tío Tomás, mis hermanos y yo acabamos por adquirir este vicio, de modo que no era extraño el día en que alguno de nuestros profesores nos expulsaba de clase por haber dicho esto o lo otro. Una de las expresiones que se me quedó grabada en la memoria, al menos a mí, desconozco si a mis hermanos también, fue la de “se me han puesto los cojones por corbata”. Sin saber muy bien lo que significaba, yo no hacía más que repetirla cada vez que tenía ocasión, aunque ésta no invitase precisamente a decir semejante idiotez. Una vez, bajando las escaleras a toda pastilla, saltando los escalones de diez en diez con el consiguiente peligro de fractura de alguna de mis extremidades que esto suponía, se cruzó la vecina del noveno en mi camino y me la llevé por delante con tal fuerza, que ésta cayó contra el suelo junto con las bolsas de la compra que llevaba, con la mala fortuna de que se dislocó el cuello y quedó tendida casi inerte. Al vernos a los dos en el suelo, otro vecino que subía las escaleras acudió amablemente en nuestra ayuda y al preguntarme que si me había hecho daño, yo le contesté: “no, pero tengo los cojones por corbata” Lejos de reprenderme, el hombre soltó una sonora carcajada que retumbó en todo el rellano y llamó la atención de los demás vecinos, que salieron de sus casas y fueron rápidamente adónde estábamos para ver qué pasaba. Mientras yo me reponía del susto e intentaba levantarme, la pobre mujer seguía en el suelo doliéndose y el hombre que había venido, en teoría a ayudarnos, no podía contener una risa histriónica que me hizo sospechar dos cosas; que estaba loco o borracho, pero de la primera no tenía constancia. La escena, ya pintoresca de por sí, cobraba tintes surrealistas si a todo esto añadimos las lechugas, legumbres y huevos rotos que por el impacto yacían esparcidos por el suelo formando una alfombra de colores vivos y figura indefinible. Resultó que uno de los vecinos que acudieron al lugar alertados por la escandalera era el marido de la señora que atropellé involuntariamente. Fruto de los nervios provocados por la situación, el hombre no tuvo tiempo para formarse una idea de lo que realmente había sucedido allí, pero al advertir la escandalosa carcajada del otro vecino y de su estado de embriaguez, reaccionó furiosamente y, antes de ir a socorrer a su malherida esposa, le propinó un fuerte puñetazo en la cara a aquél con tal fuerza y determinación que lo noqueó cual púgil en un cuadrilátero con un penoso resultado. Dos días después me enteré de que el borracho había fallecido en el hospital víctima de una fractura craneoencefálica y el agresor había sido puesto a disposición judicial y pasaba las noches en la cárcel de la Modelo. Como la única testigo presencial y en primera persona que quedaba con vida era la señora accidentada, yo temía que ésta le fuese a contar a todo el mundo lo que realmente había sucedido y se desvelase quien, en última instancia, había sido el causante de aquella enorme desgracia. Esto me provocó no pocas noches de desvelo que intentaba soportar de la mejor manera posible, consolándome inútilmente con la idea de que, en el mejor de los casos, mi inocencia infantil me absolvería de cualquier responsabilidad. A todo esto, mis padres no tenían ni la más remota idea de mi grado de implicación en el caso, que fue la comidilla del barrio durante interminables semanas; ellos sólo sabían que yo pasaba por allí, no acerté a decirles si subía o bajaba por las escaleras, simplemente estaba allí. Con tal de evitar esa terrible situación, maquiné un plan a medio plazo para que jamás saliera a relucir la verdad, por el bien de mis padres y el mío propio. Para más escarnio, también debo decirles que Juan, el hijo de este matrimonio roto por la desgracia, era uno de mi pandilla, un amigo con el que intercambiaba cromos de Stilike, Santillana, Migueli o Artola. Uno de esos chavales con los que formaba pareja cuando jugábamos al palé, a las canicas, o al trompo. Ahora puedo describir con total claridad lo que en aquellos momentos sentía cada vez que le miraba a la cara y él me sonreía o me chocaba la mano cuando hacíamos un guá o montábamos un cuádruple en el palé, actos los dos que nos reportaban grandes beneficios en forma de canicas o cromos. Era culpa.

Pero de esto ya hacía más de un mes y mientras el padre de Juan se consumía en una sucia y asquerosa celda, su madre, todavía con un collarín, se dedicaba en cuerpo y alma a sacar a su familia adelante, realizando trabajos penosos en jornadas inagotables mortales de necesidad, que obligaban a sus dos hijos, mi amigo Juan y una niña de apenas cinco años, a aprender a valerse por sí mismos en una selva urbana que distaba mucho de ser el idílico cuento de hadas que nos vendían en Verano Azul.

El tac-tac tac-tac no cesaba, pero no desistí en mi intento de lograr descifrar de dónde provenía, así que aparté la ropa que me tapaba la vista frontal de la terraza y me topé con una figura fantasmagórica que portaba una túnica marrón y un bastón que hacía repicar contra el suelo de terrazo con la cadencia anteriormente descrita y que logró sacarme de quicio. Esta vez sí hubiera estado justificado decir que se me pusieron los cojones por corbata, pero el miedo me tenía tan paralizado que no lo hice. Me quedé petrificado, ausente, fijando la mirada en aquél espectro amenazante que se había colado inexplicablemente en la terraza de un cuarto piso y cuyas intenciones, a mi juicio, no parecían ser nada halagüeñas. El frío se convirtió en calor y la humedad en sudor. Mi corazón latía al triple de la velocidad del repique del bastón y mi caja torácica se comprimió y adquirió la misma solidez del suelo que sufría las embestidas de la madera. Luego perdí el conocimiento, no sin antes intuir que aquélla aparición constituía la consumación de la venganza que inexorablemente debía producirse, y que pondría fin a mis noches de desvelo y daría sentido a un concepto de justicia que creía necesario e inevitable para expiar la culpa que no me dejaba vivir.

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Han pasado veintidós años y todavía sigo sufriendo la misma pesadilla. En un mundo justo, el hombre del bastón hubiera sido real y yo debería estar muerto; pero esta es una lectura egoísta. No hay peor castigo que recordarte cada día quien eres y por justicia, yo me lo merezco. Los psiquiatras dicen que de pequeño sufrí un trauma, tantos años de estudio para decirme eso, y tampoco dan con el tratamiento adecuado para paliar este daño psíquico. Nadie sabe mi secreto, ni siquiera Susana, mi mujer. Ella en cambio, es mucho más abierta conmigo y nunca me ha ocultado nada. Ni siquiera tuvo reparos cuando éramos todavía novios, en confesarme que su padre murió de Sida en la cárcel y que su hermano Juan se había suicidado tirándose del noveno piso disfrazado de Moisés, creyéndose un Mesías que estaba destinado a salvar a la Humanidad de no sé que plaga. ¿Y mamá? Pobre mamá, murió en extrañas circunstancias, la autopsia reveló altos contenidos de una sustancia tóxica en su organismo, pero por más que investigaron nunca dieron con el causante del envenenamiento, por lo que pienso que también se suicidó para poner fin a la pena que la invadía.

Esto me lo contaba cada vez que se sentía sola en el mundo e intentaba aferrarse a la única persona que tenía cerca. Entonces yo, con la misma sensación que me producía mirar a los ojos de su hermano Juan cuando éramos todavía unos críos, le cogía las manos y le decía: “no te preocupes, ahora estoy yo aquí para protegerte, nada malo te puedo pasar”

Acabo de despertar de la misma pesadilla, es la tercera en lo que va de semana y hoy es viernes. Estoy temblando y empapado en sudor. Susana me ha cogido la mano con ternura y ha vuelto a susurrarme al oído que me tranquilice, que estando a su lado nunca me ocurrirá nada malo.

EK, MVIII, Año 33